En el día 12 de nuestro viaje iniciamos el camino hacia la lejana Baracoa. Cuba es un isla muy larga (1400km de punta a punta) y partiendo desde La Habana cuesta muchiiiiiísimo atravesarla. Desde Trinidad, a las 4 de la mañana, en un taxi (15 CUC por persona,1h15) salimos hacia Sancti Spíritus para a las 5.30 de la mañana coger el Viazul (35 CUC) hasta Santiago de Cuba (12h). Tras el larguísimo viaje, decidimos, tras consultar los horarios a Baracoa en la estación de Ómnibus, hacer noche en Santiago y a la mañana siguiente partir hacia Baracoa.
Santiago al igual que La Habana no es una ciudad que me guste demasiado pero tiene cositas para ver. Tras instalarnos, decidimos aprovechar la tarde para realizar una visita exprés. Comenzamos por la Plaza de la Revolución situada junto a la central de Ómnibus y continuamos dirigiéndonos al Parque Céspedes, donde se encuentran el ayuntamiento, famoso por el discurso de Fidel Castro que proclamaba la Revolución cubana el 1 de enero de 1959, y la catedral. Sin lugar a dudas la mejor opción de Santiago es perderse por sus calles, de esa manera llegamos a la Escalinata del Padre Pío. Tras deambular un buen rato más nos fuimos a tomar una merecida cerveza a la casa de la trova, pero sin liarnos demasiado. No pudimos hacer ninguna foto porque nos quedamos sin batería.
A la mañana siguiente, sin más dilación partimos hacia Baracoa (3h30), a donde llegamos antes del medio día. Dejamos las mochilas en el alojamiento y de la misma bajamos la playa a pegarnos un chapuzón, luego a comer algo, cervecita y voltio por la ciudad. Baracoa es el asentamiento más antiguo de la isla tras la llegada de los españoles y la primera capital de Cuba, por tanto un destino más que interesante. Pero Baracoa, además de por su valor histórico, destaca sobre todo por el enclave natural en el que está ubicada, rodeada montañas y de bosques tropicales. Baracoa y su entorno son espectaculares, cuesta llegar hasta aquí pero merece la pena.
Nuestro primer día en Baracoa lo invertimos en disfrutar de la playa y de su relajado ambiente, no consumido por las hordas de turistas que te encuentras en los lugares más populares de Cuba. Al llegar al final del largo malecón de este municipio guantanamero, se nos presentó ante nosotros el imponente macizo montañoso conocido como El Yunque, y comenzamos a preguntarnos como podríamos llegar hasta allí. Pues muy sencillo, o te pasas por alguna de la agencias que hay por Baracoa tipo Havanatur o Cubatur o simplemente le comentas a la de la casa donde te alojes y ellos mismos te lo organizan. Una vez atada la subida al Yunque no para el día siguiente, sino para el otro, visitamos el colorido casco antiguo de Baracoa y tomamos algo por los animados bares junto a la plaza, entre ellos la Casa de la Trova. Algunas de las calles me recordaban a las películas del oeste.
En nuestro 2º día, con algo de resaca por esa botella de ron que nos bebimos en la playa en compañía de dos lugareños con los que conversamos, reímos e incluso discutimos (estos cubanos son un poco cabezones) hasta altas horas, nos dirigimos a visitar la parte este de la bahía mediante un bonito paseo. En primer lugar cruzamos el rio Miel para llegar hasta el balcón arqueológico, una serie de terrazas calcáreas ubicadas en el Parque Natural Majayara. Atravesando zonas de bosque frondoso y manglares llegamos hasta Playa Blanca una pequeña cala desde la que se divisa toda la bahía de Baracoa y el Yunque. De vuelta a Baracoa, lo de siempre, cervecita, cena en nuestro alojamiento y vueltita por el casco antiguo a tomar un roncito.
El 3º día en Baracoa lo invertimos íntegramente en subir a la cima del Yunque en una excursión guiada que nos llevo todo el día. Antes de comenzar la ascensión fuimos a visitar la fábrica de chocolate Rubén David Suárez Abella donde nos mostraron el proceso de elaboración de este preciado manjar. Si quieres comprar algo se puede hacer a la bajada. Una vez terminada la visita, comenzamos el camino hacia el Yunque, para lo que primero tuvimos que atravesar el rio Duaba (muy recomendable llevar mochila estanca). Durante la noche anterior cayó una buena tormenta, lo que nos complico bastante la ascensión al estar todo bastante embarrado. A pesar de ello llegamos a la cumbre sin excesivos problemas, desde donde disfrutamos de unas espectaculares vistas. Cuesta un poco llegar pero el Yunque es visita obligada. Al bajar, aunque no estaba programado en la excursión, el guía nos propuso visitar la cascada del Yunque, cosa que nos vino de primera para quitar todo el barro que teníamos encima. Otro día genial más!!!